La del icónico Bamboo 1947 de Gucci no es la única historia de una casa de moda convirtiendo una época complicada en una gran oportunidad. Pero sí es una de las más inspiradoras. Tras la Segunda Guerra Mundial, todas las industrias se enfrentaban a una falta de suministros, incluida la de la moda, cuando Guccio Gucci, fundador de la casa italiana, tuvo que tirar de imaginación para sustituir algunas partes de cuero de sus bolsos por un nuevo material rígido, duradero y fácil de importar. Así es cómo nació el emblemático bolso con asa de bambú preferido por Ingrid Bergman —lo llevó incluso en el film Viaggio in Italia (1954)—, y el modelo que después reeditaron Frida Giannini y Alessandro Michele a su paso por la casa.

En la misma época nació un bolso que es hoy casi un objeto de culto. En la década de los 50 del siglo pasado, Hermès creó el modelo Sac à Dépêches, un diseño en forma de trapecio y con asa de mano, muy habitual en los looks de la princesa Gracia de Mónaco, con el que además trató de ocultar su embarazo delante de los paparazzi. Las imágenes dieron la vuelta al mundo y la anécdota hizo que esta pieza se rebautizase como el Kelly de Hermès.
No fue el único. Jacqueline Kennedy era tan fiel al modelo Constance que Gucci lanzó en 1961, que finalmente pasó a llamarse Jackie. O el Chouchou, un bolso con 140 piezas unidas a mano por artesanos y creado en 1995 que, sin embargo, nadie identifica por su nombre original, sino por Lady Dior. Cuando la primera dama de Francia, Bernadette Chirac, se lo regaló a la princesa de Gales, el Chouchou se convirtió en el accesorio más fotografiado del mundo. Así que parece lógico que acabase con el nombre de la mujer que lo hizo posible.

Cada creación de Coco Chanel trató de facilitar la vida de las mujeres. Y su emblemático bolso 2.55 también. Lo creó en febrero de 1955 —de ahí su nombre— y fue el primero con un asa larga que permitía colgarlo del hombro o del brazo para dejar las manos libres. Y aunque desde que en 2005 Karl Lagerfeld lo recuperó para reinterpretarlo en infinitas ocasiones, lo cierto es que, sea como sea, su diseño es inconfundible. Al original de la diseñadora —en cuero negro acolchado con interior color borgoña y cierre con la doble CC de la maison— se han sucedido modelos en otros tejidos como el denim, o en colores y estampados más arriesgados

Lagerfeld tuvo la brillante idea de relanzar este icono justo cuando en el mundo de la moda había estallado el fenómeno de las it-bags. A finales de los 90 y principios de los 2000 los diseñadores se habían convertido en celebrities al frente de las casas de moda y sus bolsos se conseguían a través de listas de espera. El primero en causar tal furor fue la Baguette de Fendi, una pieza extravagante —con opciones metalizadas, estampados con logos o lentejuelas—, creada por Silvia Venturini Fendi en medio del minimalismo de 1997. Su nombre viene de la forma de colocarlo, debajo del hombro como las francesas llevan el pan, y su fama se la dio Carrie Bradshaw. De todas las piezas que Sarah Jessica Parker ha llevado en Sexo en Nueva York, un Baguette en lentejuelas moradas es el más famoso. Tanto, que en la secuela And just like that el equipo de vestuario decidió rescatarlo.

A principios de los 2000 los paparazzi comenzaron a fotografiar a las celebrities en todas partes y a todas horas. Así que sus looks, mucho más allá de la alfombra roja, incluían el casual de las botas de ante y forro de borrego, jeans rotos o incluso chándal de terciopelo, que combinaban con grandes bolsos de coleccionista. Kate Moss, Gisele Bündchen y otras supermodelos convirtieron en objetos de deseo, por ejemplo, el Saddle de Dior, creado por John Galiano; el modelo Motorcycle de Balenciaga (el primer modelo flexible), obra de Nicolas Ghesquière; o el Chloé Paddington de Phoebe Philo. Idea de Marc Jacobs fue proponer a Stephen Sprouse estampar con sus grafitis el famoso Speedy de Louis Vuitton (lanzado originalmente en los años 30 del siglo pasado) y crear un mundo de fantasía en el que arte urbano y moda eran inseparables con las múltiples colaboraciones de Takashi Murakami con la firma francesa.

La relación entre celebrities y bolsos tuvo entonces tanto éxito que las firmas comenzaron incluso a lanzar piezas diseñadas en colaboración con ellas: Alexa Chung y Gisele Bündchen tienen su propio Mulberry (llamados Alexa y Gisele respectivamente); Marc Jacobs creó el Stam, por Jessica Stam; y Salvatore Ferragamo el Sofia Tote por Sofía Loren. Pero el bolso más famoso creado expresamente para una mujer es, sin duda, el Birkin de Hermès. Detrás de él está Jane Birkin, que en 1984 se encontró al entonces director de la maison, Jean-Louis Dumas, en un vuelo de París a Londres. Entonces, la cantante y actriz le manifestó su deseo de tener un bolso en el que cupiese todo —hasta entonces iba a todos lados con un bolso de paja— y sus deseos se cumplieron con el Birkin, un icono que forma parte de la cultura popular: inolvidable son el capítulo de Sexo en Nueva York en el que Samantha Jones intenta conseguir uno sin estar en la lista de espera, o el memorable look de Margot Tenenbaum en el film de Wes Anderson Los Tenenbaums. Porque si hay algo común a todos estos iconos de la moda es que son tan versátiles (y eternos) que hacen match con cualquier estilo y personaje.
