Todo lo que debes saber sobre las cuatro piedras preciosas que hacen joyas únicas

30 Nov 2023

POR Susana Molina

Diamantes, zafiros, rubíes y esmeraldas se combinan con oro blanco, rosa o amarillo para dar lugar a las piezas más especiales de la historia de la joyería, la realeza y el cine.

Diamonds are a girl’s best friend (los diamantes son los mejores amigos de una chica) cantaba Marilyn Monroe en la película Los caballeros las prefieren rubias (Howard Hawks, 1953). La escena es una de las más icónicas de la historia del cine: la actriz de California luce un vestido rosa de palabra de honor y un gran lazo en la espalda, combinado con brazaletes, collar y pendientes de diamantes. Por cierto, que estas gemas, como la mayoría de los sueños de Hollywood, eran falsas. Pero gracias a ellas, la relación entre las joyas y Marilyn Monroe o, lo que es lo mismo, asociar joyas con el cine más glamuroso, se ha quedado grabado en nuestra mente. 

Desde entonces, el cine ha sido el mejor escaparate para las piezas más deslumbrantes (esta vez sí, auténticas). Inolvidables son el collar de diamante azul, también llamado diamante hope, de Titanic (James Cameron, 1997); el de rubíes en talla pera con el que Julia Roberts acude a la ópera en Pretty Woman (Garry Marshall, 1990) o las esmeraldas que acompañaron a Elizabeth Taylor (y a su personaje Cleopatra) durante su vida.

Esmeralda, la piedra de la vida eterna

Precisamente es la esmeralda la piedra que lucieron los faraones como una representación de la tierra fértil y la vida eterna. “Algunos lapidarios medievales le atribuyen también propiedades medicinales, como El libro de las piedras que curan, de Hildegarda de Bingen (1098-1179), donde se menciona que la esmeralda es ‘poderosa contra toda debilidad’, y muy conveniente para quienes padecen del corazón”, añade Ana de Bustos, experta gemóloga, profesora del IGE (Instituto Gemológico Español) e historiadora del arte. 

Joyas con esmeraldas en Joyería RABAT

“Las más deseadas actualmente son las de Colombia, por su preciado color verde con ligeras tonalidades azuladas. A pesar de que popularmente se buscan esmeraldas que muestren ‘jardín’, que son las propias inclusiones de la piedra, debemos tener en cuenta que los parámetros de calidad en toda gema se inclinan hacia las más limpias, que son más raras y por lo tanto más preciadas”. Y es que a diferencia de los diamantes, las esmeraldas, originarias del mineral berilo, son más frágiles, de ahí que tengan más valor las piedras más limpias, ya que el proceso de corte es complicado.

Su origen egipcio, y los mitos que rodean a Cleopatra y a Elizabeth Taylor, hacen que combinen con looks exóticos a base de sedas estampadas y looks relajados, como caftanes o conjuntos de camisa y pantalón. Pero su belleza y majestuosidad se traslada también al invierno, en looks de fiesta con tejidos metalizados en color plata o terciopelos de azul intenso que consiguen un efecto colorido de pavo real.

La pasión transmitida en un rubí

Para encontrar el origen de la piedra que en joyería nos regala el símbolo de la vida y de la pasión tenemos que remontarnos también a muchos siglos atrás. “Es difícil seguir el rastro de qué creencias o atribuciones se asociaban a los rubíes —cuenta Ana de Bustos—, puesto que era muy frecuente confundirlo con otro tipo de gemas, como la espinela roja, o incluso con algunos tipos de granates. No obstante, se menciona en numerosos lapidarios —textos que contienen información gemológica que se hicieron muy populares en la Edad Media, aunque ya se habían creado bastantes durante la Edad Antigua—, donde se le atribuían algunos beneficios medicinales. El Lapidario de Alfonso X el Sabio tiene un carácter talismánico en el que establece una asociación entre las piedras y la influencia de la luz de los astros y los signos del zodíaco; en el caso del rubí, lo relaciona al siglo de Leo, con cualidades cercanas al esfuerzo y a la astucia”. Sirvió incluso como amuleto para algunos guerreros que incrustaban rubíes en sus espadas como símbolo de protección

Joyas con rubíes en joyería RABAT

Algunas de las piezas más famosas están en la colección de nuestra familia real: con motivo de su boda en Atenas en 1962, Stavros Niarchos regaló a la reina emérita, doña Sofía, un grupo de joyas que se conocen como los rubíes de Niarchos. Entre ellas están unos pendientes que ha lucido también la reina doña Letizia, y un collar con una tirada a juego. Precisamente de rubíes está compuesto también al anillo de compromiso que don Juan Carlos regaló a doña Sofía y que es una de las piezas más exclusivas del mundo: además de por su diseño único, formado por dos rubíes separados por un diamante en talla baguette, está realizado en oro fundido con monedas que pertenecieron a Alejandro Magno.

La Reina Doña Sofía con las joyas de rubíes Niarchos
La Reina Doña Sofía con las joyas de rubíes Niarchos

Pero, ¿cuál es el origen de este color tan atractivo? “Los rubíes son la variedad gemológica de color rojo del mineral que conocemos como corindón, cuyo uso en joyería se puede rastrear hasta la antigüedad, muy preciado por ser incluso más escaso que su versión azul, el zafiro”, aclara la profesora del IGE. El corindón es un mineral natural compuesto principalmente de óxido de aluminio. Cuando el cromo reemplaza al aluminio lo colorea de este rojo intenso tan bello que cambia según la luz. “Los más preciados son aquellos que muestran un rojo muy intenso, sin que se aprecien matices secundarios purpúreos que puedan apagar la vida de la piedra, siendo los de Myanmar los más codiciados”.

La mística de los zafiros

Los zafiros más exclusivos también provienen de Myanmar. Aunque en Sri Lanka se encuentran variedades de tonalidades entre el rosa y el violeta, y en las minas de Montana, en Estados Unidos, existen incluso algunos que se acercan al verde lima. “Aunque cuando pensamos en zafiros siempre nos viene a la mente la piedra de color azul, en realidad podemos encontrar esta gema de todos los colores, aunque aquellos que no son del característico color se denominan como zafiros fantasía, siendo el zafiro padparadscha el más destacado por su característica mezcla de colores entre el naranja y el rosado”.

Joyas con zafiros en joyería RABAT

Una vez más viajamos a Asia: “Los zafiros de Cachemira siempre han sido unos de los más deseados por su característico azul violáceo intenso y tono lechoso, pero el yacimiento se encuentra actualmente agotado. Los zafiros con esos matices siguen buscándose más, frente a los que tienden a mostrar un matiz secundario verdoso que apaga la viveza de la piedra”, dice Ana de Bustos.

Con esa intensidad de azul, el zafiro ha estado asociado históricamente a pasajes religiosos: “Es una gema que ya se mencionaba en algunos textos tan antiguos como la Biblia, en el Éxodo 28: 1-30 se describe que el pectoral del sumo sacerdote debía llevar engastadas doce gemas, entre ellas el zafiro”. Y, más recientemente a la realeza: el más famoso de todos es el anillo de compromiso de Lady Di —ella misma lo eligió—, que hoy luce la princesa de Gales, Kate Middleton.

Diana, princesa de Gales con joyas de zafiros azules

El diamante, la invencible reina de las piedras preciosas

Pero entre todas las piedras, “podemos considerar al diamante el rey de las gemas”. Ana de Bustos lo tiene claro: “Si bien es cierto que debemos valorar cada gema a nivel individual por sus parámetros de calidad, el diamante sigue envuelto en un halo de misterio y de poder. Tiene el mayor rango de dureza, característica que le hace ideal para su uso en joyería, puesto que su desgaste con el tiempo es mínimo, mientras que otras piedras pueden verse más o menos perjudicadas si no las cuidamos con más atención”.

Joyas con diamantes blancos en joyería RABAT

Su nombre ya indica su fortaleza —“su origen etimológico proviene del griego, ἀδάμας, que significa invencible”— y esa fortaleza le ha llevado a tener funciones más allá de la joyería. “En la Antigüedad se usaba como herramienta para grabar o realizar camafeos en otras gemas porque no tenían los medios adecuados para tallar. A finales del siglo XV es cuando empezamos a ver los primeros diamantes pulidos, pero no es hasta 1919 cuando por fin se idea la talla brillante ideal, más parecida a las que vemos en la actualidad en las joyas”. Es ahí cuando se empieza a generar el deseo y la magia que nos mostraría unos años después Marilyn Monroe.

El más espectacular que se conoce, por ahora, es el denominado Cullinan y pertenece a la Corona británica. Fue tallado por Joseph Asscher, el experto que luego dio nombre a este tipo de talla, y es el más grande del mundo. Y es que la talla es fundamental a la hora de valorar un diamante: “El color es uno de los parámetros indispensables para graduar la calidad, así como su pureza —que tenga el menor número posible de inclusiones—, la talla —un buen tallado resaltará su brillo mucho más— y cómo no, su peso. Esto es lo que conforman las conocidas como cuatro cés en inglés (color, clarity, cut y carat), elementos indispensables que debemos conocer si estamos interesados en comprar un diamante”. Y, por supuesto, que sí. Siempre lo estamos.

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